El diálogo y encuentro ecuménicos, sin desavenencias dogmáticas ni rechazos ideologizados, representa una gran oportunidad de avanzar «todos por la patria».
Por Rodrigo Larraín, Académico de la Universidad Central
En estos días en que las élites nos cuentan que Chile está muy polarizado con motivo de las Constituciones Políticas que no fueron, es motivo de una legítima satisfacción patriótica recordar el último Tedeum ecuménico en la catedral Metropolitana.
Porque este acto republicano, aunque sea poco publicitado y ya no se transmita por cadena radial y de televisión, con excepción de algunos canales, conjuga la unidad nacional histórica y las diferentes creencias religiosas que se han incorporado a la religiosidad nacional con sus formas específicas de rendirle culto a Dios.
Ello muestra la grandeza, inteligencia y caridad del Cardenal Raúl que aceptó la sugerencia del presidente Allende, y desde esos tiempos viene este Tedeum que concelebran todos los credos cristianos o no.
Lo interesante de esta ceremonia fue la asistencia del Gran Maestro de la Gran Logia de Chile. Tantos años de incomprensión entre la Iglesia y la Orden se han diluido por medio de la tolerancia y los buenos modales.
La presencia del Gran Maestro no significa un abandono de los puntos de vista de ambas instituciones -de hecho, la Sagrada Congregación par la Doctrina de la Fe recordó que sigue vigente la excomunión para los católicos que se vuelve masones.
Pero, una larga historia de desencuentros, no puede eclipsar los objetivos comunes de ambas, pese a diferencias doctrinarias importantes. Las desavenencias suelen basarse en malentendidos. Los malentendidos se basan, es una hipótesis, en el proceso que la unificación italiana en que la Santa Sede perdió los Estados Pontificios, quedando reducida a lo que hoy es el Estado del Vaticano.
Hay argumentos que hoy impedirían el diálogo ecuménico o interreligioso, como, por ejemplo, el que la divinidad masónica, -el Gran Arquitecto del Universo- no es Jesucristo, obvio, tampoco Alá o Buda lo son, lo que no impide reunirse, hacer acciones comunes e incluso celebrar conjuntamente.
En todo caso, antes de la bula pontificia de 1738, Luis XV proscribió a la Francmasonería por las mismas razones que tuvo el papa Clemente XII; desde Luis XIV hay un tono decididamente antimasónico en Francia.
Francisco dice que “las religiones, en cuanto consciencias de la humanidad, nos recuerdan que somos criaturas finitas, habitadas por la sed de infinito”. Ello es válido para la masonería que, si bien no es una religión, sí es una organización de carácter espiritual y preocupada de la trascendencia.
Un bello ejemplo del trabajo mancomunado es la iniciativa Fe para el mundo, que es una “coalición global de líderes religiosos que transmitan ideas sobre la necesidad de implementar cambios éticos, basados en los valores de la fe, sobre la forma en que tratamos el medio ambiente y cuestiones ambientales”.
Esto, que es posible a nivel mundial, con mayor razón puede ser posible en Chile en un ambiente de concordia, pluralismo y respeto, así que el Tedeum es una noticia muy prometedora.
Este año se celebra el tercer centenario de las Constituciones de James Anderson y Jean Théophile Désaguliers, ambos pastores protestantes (el último Gran Maestro en 1719), por encargo del Duque de Montagu (Gran Maestro 2021-2022).
Ese es el punto de partida de la llamada masonería especulativa, que es la que tenemos actualmente. Por lo que el tema religioso está presente tempranamente desde los orígenes de la orden masónica.
Entonces, ¿por qué no intentar algo semejante al diálogo interreligioso o, algo basado en la simple comprensión humana? Lo podríamos hacer por la Patria.