Por Diego Graber, psiquiatra del Centro Clínico del animo y la ansiedad
En el marco del Día Mundial para la Prevención del Suicidio, que se conmemora
cada 10 de septiembre, se vuelve importante ampliar las conversaciones sobre
este fenómeno. Si bien inicialmente puede generar incomodidad, el hablar sobre el
suicidio no aumenta su incidencia; más bien, puede favorecer su prevención.
Este fenómeno se origina desde múltiples factores, de tipo biológico, psicológico y
social. Algunos factores de riesgo asociados son la historia de intentos suicidas
previos, sentimientos de desesperanza y soledad, uso perjudicial alcohol u otras
drogas, cursar con cuadros clínicos de salud mental (episodios depresivos,
trastorno de estrés postraumático, trastornos de personalidad, entre otros),
antecedentes familiares, experiencias vitales adversas (como términos de
relaciones de pareja, procesos de duelo, preocupaciones económicas) y
percepción de baja red de apoyo efectiva.
La acumulación de estos factores, en ciertos contextos, puede asociarse al
pensamiento de no tener salida frente a la vida, junto a un nivel de alto sufrimiento psíquico.
Si bien se ha descrito la asociación con ciertos factores demográficos
(género, estado civil, edad), puede afectar a personas de cualquier edad, circunstancia o historia personal.
El estigma frente al tema dificulta su abordaje, haciendo más difícil llevar alivio
a quienes lo necesitan. A su vez, existen factores protectores, como recursos asociados a la personalidad
(disposición y capacidad de pedir ayuda, habilidades sociales,
percepción de autoeficacia, capacidad de reconocimiento emocional), red familiar
disponible, buenas relaciones de amistad y estilos de vida saludable. Son estos
factores los que muchas veces vemos potenciados durante los procesos de tratamiento
en salud mental.
Es necesario crear un espacio seguro para conversar sobre el suicidio y trabajarlo:
sin prejuicios, escuchando activamente, preguntando por las necesidades
particulares y facilitando acceso a dispositivos de salud, si así corresponde.
Existen estrategias para su abordaje según cada caso en particular. En su
tratamiento, se busca la reducción del sufrimiento psíquico, el desarrollo de
factores protectores, el bienestar general y el fomento de las redes de apoyo y
factores sociales. El conversar, compartir, conocer y comprender puede traer alivio
y nuevas herramientas frente al sufrimiento.
La prevención del suicidio es tarea de todos: individual, familiar, social, colectiva.
Es importante atreverse a pedir ayuda, compartir estas emociones, recibir el
tratamiento necesario y potenciar nuestras redes de apoyo. Realizar un paso a la
vez: buscar apoyo en momentos de crisis puede ser el paso inicial para disminuir
el sufrimiento.