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Trazabilidad en traspasos intersocietarios: el verdadero seguro tributario

Por Valentina Ulloa, CEO de Taxcode
Durante mucho tiempo, los traspasos de inversiones entre empresas —acciones, fondos,
activos, préstamos internos— se manejaban como un trámite interno, casi invisible, resuelto
con planillas de Excel y buena voluntad. Pero eso ya no basta. Hoy, el Servicio de
Impuestos Internos (SII) cruza información con una precisión que sorprende, y cada
movimiento entre sociedades se ha vuelto un foco de atención en las fiscalizaciones.
¿Por qué? Porque el mapa de empresas y personas que participan en estructuras
societarias chilenas es tan complejo que incluso ha sido estudiado como un problema
matemático. Y esa misma complejidad se repite dentro de los grupos económicos:
empresas que se aportan entre sí, fusiones, divisiones, reorganizaciones dentro y fuera del
país.
El propio SII ha creado herramientas para seguirle la pista a estos movimientos. Por
ejemplo, el Registro Electrónico de Inversiones en el Extranjero, o el concepto de “cedente”
para identificar quién entrega una inversión en una reorganización fuera de Chile. El
mensaje es claro: cada traspaso debe poder rastrearse, desde su origen hasta su efecto en
los impuestos.
En este contexto, hay una frase que repito siempre a clientes y equipos: “Sin un registro
consolidado, los traspasos pierden respaldo tributario. Y eso puede salir caro”. Porque ese
registro —lo que llamamos Kardex tributario— no es solo una lista de compras y ventas. Es
la historia completa de cada inversión: cuánto costó, cómo se corrigió con la inflación,
cuánto se ganó o perdió, y cómo afecta los impuestos.
El problema es que muchas empresas siguen llevando esa historia en planillas sueltas,
separadas por año, por tipo de inversión, por sociedad. Versiones que se pierden, que se
pisan entre sí. Y cuando llega una reorganización —una nueva empresa, un contrato
apurado, una asesoría que se cerró a última hora—, la prioridad suele ser cerrar el negocio,
no dejar todo bien documentado. Años después, cuando el SII pregunta cómo se calculó el
impuesto de una venta o de un cierre de empresa, nadie encuentra el hilo completo.
Desde la tecnología, hemos visto otra cara de este problema. Hoy es posible automatizar el
registro de inversiones con precisión total. Se pueden integrar acciones, bonos, fondos,
activos físicos, en distintas monedas, y mantenerlos actualizados en tiempo real. Lo que
antes tomaba semanas de trabajo manual, hoy se resuelve en minutos. Y lo más crucial: se
evita el error humano de olvidar un movimiento o registrar mal una reorganización.
Pero el beneficio no es solo operativo. Un registro consolidado y automatizado permite que
todo calce: el contrato, la contabilidad, el registro ante el SII y el cálculo del impuesto
cuentan la misma historia. Y cuando eso ocurre, la conversación con la autoridad cambia de
tono. Se discuten criterios, no se discute la veracidad de los datos.

Algunos ven estas soluciones como un gasto extra. Yo creo que son todo lo contrario: un
seguro. En un entorno donde las reorganizaciones están cada vez más reguladas y visibles,
y donde la trazabilidad es una prioridad del sistema tributario, improvisar con los traspasos
entre empresas es, simplemente, demasiado riesgoso.
La pregunta ya no es si vale la pena invertir en orden y trazabilidad. La pregunta es cuántas
sorpresas está dispuesto a soportar un grupo empresarial cuando le toque enfrentar una
fiscalización. Y en ese momento, la diferencia entre una revisión rápida y años de litigio
puede depender de algo tan poco glamoroso como esto: qué tan sólido es su registro
consolidado de inversiones.

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