Opinión

COMPRENDER LO QUE SE LEE: ALGO MÁS QUE UN IMPERATIVO EDUCACIONAL.

Las evaluaciones de la educación, en términos de calidad, impacto y trascendencia, siempre colocan en lugares de privilegio la comprensión lectora, como un bien deseado y como el fin último de las aspiraciones de logro en todos los sistemas educativos del mundo. De allí que la preocupación por mejorar los índices de comprensión de lectura pasa por mediciones periódicas que constatan la precariedad de los niveles de compresión prácticamente en todos los niveles de enseñanza. En nuestro país, el SIMCE (Sistema de Medición de la Calidad de la Educación), se ha transformado, de una constatación necesaria e imprescindible para adoptar medidas correctivas para sistemas ineficaces, en un evento determinante para la calificación, clasificación y prestigio de los establecimientos educacionales. Con consecuencias muy prácticas que afectan o pueden afectar su financiamiento, e, incluso, promover la desaparición o cierre de las Escuelas.

Pero, ¿por qué es tan importante un buen nivel de comprensión, o, dicho de otro modo, de qué manera afecta al individuo un bajo nivel de comprensión? El bajo nivel de desempeño en esta área, afecta, en primer lugar, al logro de los aprendizajes (en el ámbito del desarrollo educacional); segundo, al desarrollo del pensamiento (en el ámbito cognitivo) y, tercero, a la adquisición de las habilidades y actitudes necesarias para la vida (en el ámbito del desarrollo social). Por ende, las implicancias de una buena comprensión de lectura son determinantes para el desarrollo integral de las personas, así como, una baja comprensión constituye una “crónica del fracaso anunciado”. Si un estudiante no comprende lo que lee, la precariedad de sus resultados será evidente,  ya que todos los ámbitos disciplinares se reducen a lenguajes: el arte, la ciencia, la tecnología y la construcción del hipotético futuro se construyen con palabras y con relatos. Si no los sé leer, difícilmente podré desenvolverme en ellos.

Si no comprendo lo que leo, seguramente es a causa de una pobreza léxica, al manejo de un escaso número de palabras (que, lamentablemente es lo que ocurre con nuestros estudiantes y con las personas de baja instrucción). Esta carencia impacta significativamente en el desarrollo del pensamiento y, por ende, de la inteligencia. De las capacidades intelectuales que seguramente todos tenemos, pero que, por esta carencia, no conocemos ni desarrollamos. Lev Vygotzky (1896-1934) extraordinario psicólogo bielorruso, en su obra capital “Pensamiento y Lenguaje” (según la traducción al español) derribó varios mitos y paradigmas que, hasta muy avanzado el siglo XX, se habían establecido en Occidente. La relación intrínseca entre el lenguaje y el pensamiento, que, hasta ese entonces, se visualizaban como procesos independientes que se reunían sólo en el acto de hablar, Vygotzky los plantea como interdependientes y necesarios para el desarrollo de uno en el otro y viceversa. Sus distinciones entre el habla “interna” y el habla “externa” fueron capitales para entender la riqueza y complejidad de la construcción del pensamiento en términos personales (sentido) y sociales (significado).

Si no comprendo lo que leo, mis competencias laborales serán directamente proporcionales a mis capacidades individuales. Seguramente, la precariedad de las primeras, serán consecuencia de las segundas. De nuevo, la amenaza de un mal desempeño laboral será la “crónica de un fracaso vital anunciado”, trayendo consigo la frustración, el temor, la incertidumbre, la marginaliodad y, sobre todo, la imposibilidad para desarrollar habilidades que aseguren una correcta inserción social y calidad de vida.

Hoy, en Chile, se supone, que los niños y niñas de Cuarto Año Básico saben leer. Esto no es verdad. Investigaciones muy recientes demuestran que un tercio de los niños de este nivel educativo básico no saben leer. O, lo que es lo mismo, no entienden nada de lo que leen. Otras investigaciones de mayor cobertura poblacional, señalan que más del 50% de la población estudiantil tiene muy bajos índices en sus respectivos niveles educacionales. Si correlacionamos esto último con lo expresado en párrafos anteriores, entenderemos entonces el porqué de la preocupación fundamental por superar este fracaso de nuestro sistema escolar y social. Porque, si no hacemos nada, o nos conformamos con lo que ha ocurrido hasta ahora en nuestras Escuelas, estamos condenando al fracaso  en la vida a miles de nuestros estudiantes. Y eso, ni ellos ni nadie se lo merecen. Ni tampoco, las personas responsables de la educación –el Estado en nuestro país-, se lo pueden permitir.

 

  1. MARCOS URRA SALAZAR

DIRECTOR DE LA ESCUELA DE TALENTOS “ALTA-UACh”

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