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¿Es Chile un país neoliberal?

Dr. Félix Fuders opinión chile país neoliberal
Por Dr. Félix Fuders, economista

 

Durante décadas se ha repetido con insistencia, desde los medios, la política e, incluso, la academia, que Chile es un ejemplo de un país neoliberal.

Sin embargo, esa afirmación no resiste un análisis serio, porque lo que existe en Chile, especialmente desde las últimas dos décadas, no es un modelo de libre mercado.

Es un capitalismo corporativo profundamente intervenido por el Estado, que favorece a grandes grupos económicos y restringe, en vez de favorecer, la competencia real.

Un mercado libre es aquel que se acerca al ideal de la competencia perfecta, un estado en el que un sinnúmero de productores pequeños compite para satisfacer las necesidades humanas.

Es, en efecto, una economía a “escala humana” (Max-Neef), muy de acuerdo con el lema Small is beautiful (Schumacher).

En este modelo, gracias a la competencia los precios de los productos bajan, lo que es bueno para los hogares, pero no para los productores.

En el caso ideal de la competencia perfecta, los precios incluso bajan al nivel que igualan el costo de la producción de los productos. Es decir, el valor que el consumidor da al producto, es justo lo que cuesta producirlo.

Sin embargo, hoy vivimos en un estado en el que no existen grandes ganancias, y cada persona gana lo que merece según su esfuerzo.

Auge del Neolibertinaje

Está claro que, en su perfección, la competencia perfecta no se puede alcanzar, pero sí se podría al menos tratar de acercarse e instalar una workable competition (Clark), el estado más cera posible a la competencia perfecta.

Aquí, el rol del Estado es combatir las imperfecciones del mercado, especialmente los monopolios, la colusión y la competencia desleal.

No obstante, en Chile poco se ha hecho esto, y estamos, por ende, lejos de tener mercados libres.

En consecuencia, en nuestro país pareciera que se confunde un mercado libre con un mercado liberado de regulación. Aquí no tenemos neoliberalismo, sino neolibertinaje.

Y mientras el Estado está ausente donde debería actuar, para asegurar que nos movamos hacia el ideal de la competencia perfecta, por el otro lado actúa donde no debería actuar.

En otras palabras, se aplican subsidios por todos lados, lo que representa una política keynesiana pura.

Pero en vez de, por último, subsidiar startups y pequeñas empresas, para que puedan competir con los monopolios, y de esta forma se dé un paso hacia la desconcentración económica, se subsidian precisamente estos monopolios, megaproyectos o plantaciones forestales de gran escala.

Basta mirar el mercado energético, el sistema financiero o la concentración en el retail. En todos ellos observamos monopolios u oligopolios protegidos por barreras de entrada que el propio Estado contribuye a mantener.

En cambio, las pequeñas y medianas empresas, que deberían ser el motor de un verdadero mercado libre, enfrentan una maraña burocrática y costos regulatorios que las asfixian.

El resultado es una economía cada vez más dependiente de inversiones públicas, donde las decisiones clave no las toman los ciudadanos ni los emprendedores, sino los directorios de unas pocas empresas que operan bajo la sombra del poder político.

Protección solo para unos pocos

En resumen, el neoliberalismo, en su definición original, supone un Estado pequeño, dedicado a garantizar el Estado de Derecho, la libre competencia y la protección de los derechos individuales.

Pero en Chile ocurre exactamente lo contrario: el Estado actúa como garante de intereses privados concentrados.

El sistema tributario, las regulaciones y la asignación de subsidios y concesiones se diseñan para beneficiar a unos pocos conglomerados, no para fomentar la competencia, la innovación ni la productividad.

Por tanto, el afirmar que Chile es neoliberal es una simplificación ideológica. El país pareciera vivir bajo un modelo de capitalismo de amigos, donde el riesgo está socializado y las ganancias privatizadas.

No existe verdadera libertad económica cuando las reglas del juego están capturadas por grupos de poder.

Chile no necesita más intervencionismo, ni más mercado manipulado, sino auténtica competencia usando el ideal de la competencia perfecta como guion, como estrella guía.

También requiere igualdad ante la ley y un Estado que deje de servir de escudo a los privilegiados, sino que combata de manera eficiente, y con corazón, el abuso de poder monopólico, la colusión y la competencia desleal.

Solo entonces podremos hablar, con propiedad, de una economía verdaderamente libre.

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