Por Julio Farias, cofundador de Zerviz
La reciente publicación de la Ley de Protección de Datos Personales en Chile marca un hito
en la regulación del tratamiento de la información personal, y su impacto en las empresas
es tan inevitable como transformador. Desde la perspectiva de la atención al cliente, esta
normativa no solo plantea desafíos, sino que abre oportunidades para fortalecer la
confianza y la relación con los consumidores.
La ley establece estándares internacionales de privacidad, similares al GDPR europeo, y
obliga a las empresas a replantear cómo recopilan, almacenan y procesan los datos. Más
allá del cumplimiento normativo, la adaptación a esta legislación puede ser un
diferenciador competitivo. En un mercado donde la confianza es el activo más valioso,
garantizar la protección de datos personales no es un gasto, sino una inversión
estratégica.
En la experiencia del cliente, los datos personales son clave para personalizar servicios,
anticipar necesidades y construir relaciones sólidas. Sin embargo, el uso de esta
información debe estar acompañado de un compromiso ético y legal. La nueva ley exige
que cada empresa revise sus políticas internas, limite el uso de los datos a los fines
explícitamente acordados y adopte la base de legalidad adecuada, como el
consentimiento informado.
Es primordial que las tecnologías que las empresas implementen cuenten con los más
altos estándares para garantizar la protección de datos para entregar experiencias
personalizadas, pero cumpliendo con la regulación.
El incumplimiento, además de dañar la reputación, conlleva multas significativas de hasta
20.000 UTM. Pero más allá del temor a sanciones, las empresas deben considerar cómo la
transparencia en el manejo de datos puede mejorar la percepción de los clientes,
generando lealtad y posicionándose como líderes en un entorno digital cada vez más
exigente.
Cumplir con la normativa requiere inversión en ciberseguridad, automatización y
capacitación constante. Las empresas deben implementar sistemas robustos que protejan
contra ciberataques que han aumentado un 30% en 2024. Estas medidas no solo mitigan
riesgos, sino que también refuerzan la percepción de profesionalismo y compromiso con
los clientes.
A la par, es crucial construir una cultura organizacional basada en la privacidad. Esto
implica educar a los colaboradores en el manejo ético de los datos y fomentar procesos
internos que prioricen la protección de la información desde el diseño.
Aunque la ley concede un plazo de dos años para su implementación, las empresas que
inicien ahora la adaptación tendrán una ventaja competitiva. La creación de la Agencia de
Protección de Datos Personales y las normativas específicas que se desarrollarán en los
próximos años marcarán la pauta para que las organizaciones ajusten sus prácticas a los
estándares más altos.
En la atención al cliente, cumplir con esta ley es más que una obligación: es una
oportunidad para liderar la economía digital con transparencia, credibilidad e innovación.
En un entorno donde la privacidad es cada vez más valorada, garantizarla no solo es una
cuestión de cumplimiento, sino de construir relaciones sólidas y sostenibles en el tiempo.
La confianza es la base de toda interacción, y la protección de datos es ahora su pilar
fundamental.